Javier y Pablo eran 2 hermanos ricos y malvados que iban a la misma iglesia.
Cuando Pablo murió, Javier le entregó al pastor un cuantioso cheque para que mandara a construir un nuevo templo a todo lujo.
Sólo le pongo una condición, le aclaró en tono despótico:
Que en el oficio fúnebre diga que mi hermano era un santo.
El pastor accedió y depositó el cheque en el banco. En la ceremonia fúnebre, subió al pulpito y declaró.
Pablo era un hombre malvado, que engañaba a su mujer, y traicionaba a sus amigos, pero comparado con Javier, era un santo.
Por:
Jesus Angel Mosqueda Orta - Mty. - Nuevo Leon - México
rec.:20/abr/2001 pub.:7/dic/2001